Antes de abordar el concepto de clima organizacional es importante indicar que “las organizaciones constituyen una unidad social coordinada en forma consciente, que incluye a dos o más personas, y que funcionan con relativa continuidad para lograr una meta común o un conjunto de ellas”. (Robbins y Jodge, p. 5)
Las organizaciones permiten a los individuos satisfacer distintos tipos
de necesidades: emocionales, espirituales, intelectuales, económicas, etc. En el fondo las organizaciones existen para
lograr objetivos que los individuos, en forma aislada no pueden alcanzar debido
a sus limitaciones. Mediante las organizaciones, la limitación última para
lograr muchos de los objetivos humanos no es la capacidad intelectual o la
fuerza, sino la habilidad para trabajar eficientemente en equipo.
Las organizaciones mantienen una estructura y sistema administrativo,
cuya finalidad es alcanzar las metas propuestas, donde el recurso humano debe
generar el valor agregado de los factores empleados en el desarrollo de sus
actividades. Estas resultan ser una expresión de la realidad cultural,
sometidas a los cambios que se generan permanentemente producto de las
dinámicas multifactoriales en la cual intervienen lo social, económico y
tecnológico.
Dentro de esa estructura interna y los componentes que interactúan en el
sistema institucional se configura lo que hoy se conoce como cultura
organizacional, que implica el conjunto de procesos, normas, valores,
sentimientos y creencias que se adoptan con el fin construir su filosofía
corporativa deseada. Para Robbins y
Jodge (2013, p. 512), la cultura organizacional se
refiere a un sistema de significado compartido por los miembros, el cual
distingue a una organización de las demás. Ellos opinan que concurren siete
particularidades esenciales que reflejan la cultura de una organización:
1.
Innovación y asunción de riesgos.
Grado en que se estimula a los trabajadores a que sean innovadores y corran
riesgos.
2.
Cuidado a los aspectos específicos.
Grado en que se espera que los individuos muestren precisión, análisis y
atención por los detalles.
3.
Alineación hacia los logros. Grado
en que la gerencia se centra en los resultados o eventos, y no en las técnicas
y procesos utilizados para lograrlos.
4.
Disposición hacia la gente. Grado en
que las decisiones de la gerencia toman en cuenta el efecto de los resultados
sobre el personal de la organización.
5.
Orientación al trabajo en equipos.
Grado en que las actividades laborales están organizadas por equipos en vez de
por individuos.
6.
Autoexigencia. Grado en que las
personas son dinámicas y competitivas en lugar de fáciles de complacer.
7.
Inmovilidad. Grado en que las
actividades organizacionales hacen énfasis en mantener el statu quo y no en el
crecimiento.
Con el desarrollo de una de estas características, que puede evolucionar
de menor a mayor grado, se obtiene un panorama donde se consolida la cultura,
así como una base para la forma como los miembros perciben a la organización,
la manera como ahí se hacen las cosas y la forma como se supone que todos deben
comportarse.
Precisamente, la cultura organizacional sirve de marco de referencia a todos los miembros que la constituyen sobre cómo deben actuar las personas con relación al propósito, objetivo y filosofía institucional planeada. Lo cierto es que en muchas ocasiones la cultura se manifiesta al observarse la conducta de los colaboradores dentro y fuera de la organización.
Dentro de la conformación de la cultura organizacional se contempla el
contexto laboral que permita al colaborador la adaptabilidad al cambio que
resulta del proceso y sistema administrativo, con el fin de generar mayor
productividad laboral. Este contexto representa el ambiente de trabajo, que de
acuerdo a Idalberto Chiavenato (2007, p. 27) “está
formado por todos los factores económicos, tecnológicos, sociales, políticos,
legales, culturales, demográficos, etc., que se presentan en el mundo y en la
sociedad en general”.
Esos factores forman un campo dinámico compuesto por un torbellino de fuerzas que se cruzan, chocan, se juntan, se repelen, se multiplican, se anulan o se potencializan, provocando acciones y reacciones, y en consecuencia inestabilidad y cambio, así como complejidad e incertidumbre respecto a las situaciones que se producen. Este ambiente laboral, hoy día ocupa un lugar muy destacado en el comportamiento de las personas y su incidencia en la productividad laboral, es por ello, que se ha constituido en objeto de estudio, por su impacto en el desarrollo de las operaciones dentro de las organizaciones.
Investigadores como Denison (citado por Soria, 2008) se acerca al
constructo clima organizacional bajo la interpretación de una atmósfera
“relativamente temporal”, en la que se tiene un “control directo” y restringido
a aquellas vertientes del ambiente social que se perciben de forma consciente
por los integrantes de la organización. Ahora bien, el control sobre el clima
es ejercido por quienes detentan el poder o poseen una autoridad en la
institución, en tanto que la cultura suele tener permanencia o su cambio es muy
gradual porque tiene sus raíces en lo que es tradición, es compartida y muy
intrincada, por lo que su manipulación es muy difícil.
Por su parte Stringer y Litwin (citado por Quimbita y Salazar, 2018), sostiene que el clima organizacional es un estado
del ambiente organizacional, caracterizado por sus propios miembros. En este
sentido, su origen es el resultado de una percepción subjetiva de los aspectos
formales, del modo cotidiano de actuar los administradores y de constituyentes
organizacionales, que inciden sobre las actitudes, maneras de pensar, marco de
actuación y motivación de quienes integran la organización.
Al respecto Chiavenato
Sin embargo, una baja motivación entre los miembros, por un cúmulo de
frustración o brechas pronunciadas entre sus necesidades individuales y su
satisfacción, ocasiona que el clima organizacional tienda a descender. Esto
trae como consecuencia actitudes de inconformidad, abulia, depresión,
enfrentamientos, emergen características de personalidad emocionalmente tóxica,
que en cierto nivel pueden enfrentar a los miembros abiertamente contra la
organización (como en los casos de huelga, manifestaciones, demandas, otros).
El autor de la obra “El clima de trabajo en las organizaciones” Brunet
Al respecto, Noriega Bravo y Barros