En
el estudio de la competitividad empresarial, la calidad de servicio es un
factor clave. “Las empresas tienen claro que si quieren sobrevivir en un
mercado tan competitivo como el actual, ofrecer una elevada calidad de servicio
se convierte en algo totalmente necesario” (Setó, 2004; p. 15)
En
palabras de Haemoon (citado por Santomá, 2008; p. 95), “la calidad de servicio
significa satisfacción del cliente, repetición de compra y recomendación
posterior. Un consumidor satisfecho implica un incremento de la rentabilidad,
de la cuota de mercado y del retorno de la inversión”.
La
calidad de servicio viene dada por la proximidad entre el servicio esperado y
el servicio percibido. La calidad de servicio mide el grado en que los
requisitos deseados por el cliente son percibidos por él tras forjarse una
impresión del servicio recibido. La impresión de calidad vinculada a un
producto puede existir sin que el cliente haya tenido experiencia de consumo de
este, ya que se origina de la imagen y el prestigio que la organización se ha
forjado. En consecuencia, la ausencia de reclamos o quejas por parte de los
clientes no implica que exista una satisfacción en cuanto a la calidad del
servicio (Camisón, Cruz, y González, 2006)
Por
su parte, Ávalos (2017, p. 4) conceptualiza la calidad del servicio como la
evaluación de cumplimiento, o sea, que si la evaluación demuestra que se cumple
con los fines previstos, lo cual es fundamental para cualquier organización.
Esto entra en su misión organizativa, ya que su fin principal es cubrir las
necesidades y expectativas de usuarios o clientes lo cual se refleja en la
evaluación de la calidad de servicio.
El
servicio al cliente es la pieza más importante del marketing, de un producto o
servicio; ya que su percepción no se limita a su relación con la organización,
sino que con el “boca a boca” (que hoy es muy intenso a través de las redes
sociales), puede apoyar la lealtad del usuario, y esto en mucho va de la mano
de lo que hacen (o dejan de hacer), los miembros de la organización. “El
servicio al cliente externo hay que venderlo primero dentro y después fuera. La
estrategia del mercadeo que no se gana adentro con los colaboradores, no se
gana afuera” (Morales, 2017; p. 51).
Las
organizaciones para ser competitivas y con alta rentabilidad en el contexto
actual, tienen que atender muy de cerca la prestación de sus servicios y,
hacerlo con calidad. La percepción de este atributo por el consumidor debe
constituir un valor añadido en el grado de satisfacción por el servicio
brindado.
No obstante; tal como lo expresan González y
Brea (2006), con base en los aportes de Bitner, Bolton y Drew, Parasuraman, y
Zeithaml:
La
calidad percibida es la variable que presenta límites menos claros respecto al
concepto de satisfacción, ya que ambas se refieren a un proceso de evaluación, donde
el cliente compara la experiencia del servicio con determinadas expectativas
previas, es decir, ambas tienen en común el hecho de que se considera central
el punto de vista de los clientes, al valorar los servicios que presta una
organización. Pero los investigadores han intentado diferenciar la calidad de
servicio de la satisfacción del consumidor, incluso mientras usaban el
paradigma disconfirmatorio para medir las percepciones de la calidad de
servicio. (p. 252)
Ello
implica que la evaluación de la satisfacción del cliente o usuario sobre un
servicio o producto concreto es una valoración de la experiencia. La
expectativa del cliente es la satisfacción de sus necesidades y/o intereses. Se
requiere entonces de servicios o productos de alta calidad, y esto se logra con
colaboradores competentes (habilidad técnica) y que además se conjugue con una
gestión de sus emociones evidenciada en un trato cordial y digno (habilidad
interpersonal) (Pérez, 2006).
Tal
como lo expresa Gosso (2010):
La
satisfacción es un estado de ánimo resultante de la comparación entre las
expectativas del cliente y el servicio ofrecido por la empresa. Si el resultado
es neutro, no se habrá movilizado ninguna emoción positiva sobre el cliente, lo
que implica que la empresa no habrá conseguido otra cosa más que hacer lo que
tenía qué hacer, sin agregar ningún valor añadido a su desempeño. En tanto si
el resultado es negativo, el cliente experimenta un estado emocional de
insatisfacción. En este caso, al no lograr un desempeño satisfactorio la
empresa tendrá que asumir costos relacionados con volver a prestar el servicio,
compensar al cliente, neutralizar comentarios negativos y levantar la moral del
personal. (p. 77)
Considerando
los aportes de estos autores se puede deducir que la calidad de servicio es un
elemento diferenciador, constituyendo un eje estratégico para sortear con éxito
el mundo de los negocios de bienes y servicios.
Los esfuerzos concomitantes para alcanzar la meta esperada, “la satisfacción
del cliente”, deben estar en función a la superación de las expectativas de los
consumidores
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